Las obras de Adrián Repún son obras sensitivas, obras que
perfectamente se expresan a través de sí mismas, obras que desde su
fuero interno nos trasmiten lo que el artista no sólo pretende y
logra pintar, sino también aquello que en el fondo experimenta.
Vemos una serie de elementos que se repiten de manera constante,
que hacen clara referencia a lo sensual —incluso a aspectos
sexuales—, que hacen hincapié en un tipo de iconografía difícil de
desligar de aquello que el artista realiza al acudir a una
determinada configuración de seres y formas.
Adrián Repún consigue demostrar que lo que importa es el contenido
y cómo, finalmente, quedó éste plasmado. Tal vez por ello, resulta
normal ver en su obra grandes superficies de color, grandes manchas
amorfas, trazos marcados de fuertes tonalidades, siendo su fuerza
expresiva más incisiva cuanto mayor lo
sea la tonalidad elegida, aunque se puede afirmar que casi siempre
la encuentra en los colores primarios y en el espacio pictórico
ofrecido por el soporte utilizado.
En sus pinturas, la fuerza no sólo viene dada por el cromatismo,
sino también por las deformes figuras que, como monstruosidades,
expresan unos sentimientos y unas condiciones específicas. Los
personajes, ubicados en el plano representado por el cuadro,
encarnan a un individuo hipersensible, intimidado por su contexto,
generalmente solitario, que grita su horror o su soledad en un
mundo de luchas y agresiones,
personajes que huyen o emergen del plano mencionado para
introducirse en ese extraño y marginal universo que el artista nos
ofrece. Se trata de un intento de plasmar la imagen de las personas
y del mundo en que vivimos, pero a través de un lenguaje personal:
un lenguaje, por momentos, caótico, aunque siempre ceñido a una
estricta disciplina compositiva.
En sus cuadros, Repún se entrega por completo a la representación
de formas orgánicas, las investiga, las puebla de mensajes
intangibles, plasmando un simbolismo de cualidades expresionistas,
por medio del cual busca revelar ese universo marginal que
realmente le interesa. La sexualidad, la prostitución, lo abyecto
son algunos de los tópicos que establecen el escenario plástico de
Adrián Repún, un artista curioso, desafiante y con una gran
sensibilidad estética.
Lic. María Laura García
Buenos Aires, junio de 2016
La más importante explicación sobre el acto fallido en Occidente
es debida a un médico austríaco, Sigmund Freud, que la integró en
una teoría conocida como psicoanálisis, según la cual habría una
instancia llamada inconsciente que pugna por manifestarse, y cuando
enfrenta una represión de lo conciente busca eludirla, entre otros
caminos mediante el acto fallido. Un olvido, un lapsus, a veces un
chiste son ejemplos de este fenómeno que da lugar a posibles
interpretaciones de qué es lo que lo inconsciente intenta
manifestar, o visto desde el otro lado, qué es lo que la conciencia
intenta reprimir.
Otra posibilidad sería considerar que a estas manifestaciones
fallidas no hay que darles mayor significado, que en todo caso son
manifestaciones de la condición fallida del ser humano, expresiones
de su estatuto imperfecto, cuya interpretación no trae más
consecuencias que el lucimiento del intérprete.
Pero la necesidad de darle sentido a todo, de adjudicar alguna
significación a cada acontecimiento, sobre todo si se quiere
entablar alguna relación con él, también es parte de la condición
humana. Y el psicoanálisis se suma a esta vasta empresa de darle
sentido todo: al mundo y a cada uno de sus mecanismos y
acontecimientos.
Adrián Repún retoma en este libro de poemas la hipótesis del acto
fallido para invertirla y hacer de ella un acto logrado. Si se
quiere ambos a la vez: acto fallido porque opera con los mismos
recursos de lenguaje que el acto fallido usa para manifestarse;
acto logrado porque esos recursos son usados por la voluntad, de un
modo conciente, con el objetivo que buscan todos los poetas al
escribir: lograr un acto de poesía. Al usar estos procedimientos
“Los actos fallidos” resulta ser una suerte de inconsciente
respecto de algún conciente, en su caso el inconsciente de un uso
desviado del lenguaje que insiste en aflorar burlando las
represiones respecto de su uso comunicativo-prosaico, que es el que
disponen las
academias y el uso instituido, y suele ser un conciente
represor.
El recurso favorito en esta poética es el mismo del acto fallido,
la sustitución basada en la asociación con lo próximo: mediante un
reemplazo de letras, o sonidos, o palabras en frases usuales se
busca operar un cambio de sentido. Un camino que iniciara Adrián
Repún ya en su primer libro de poemas, publicado en el año 2000:
“Represión y locura ante la posibilidad de muerte”. Con “Los actos
fallidos” el autor, nacido en 1974, confirma su temprana elección
poética, y se inscribe así dentro de la poesía como uno de los más
destacados y originales constructores dentro de su generación.
También uno de los más difíciles pese a toda apariencia en
contrario: su libro requiere ser leído con una especial disposición
de ánimo, dispuesta a la aventura; si no se la tiene puede suscitar
resistencias y represiones, porque el lector en la lectura, lector
formado por el lenguaje cuyo inconsciente puede ser la poesía,
opera en principio como un conciente que tiene que luchar consigo
mismo. Si puede insistir ante cada dificultad, si logra eludirlas,
esto es si logra eludirse, obtiene su disfrute, porque el disfrute
en la lectura, que es una actividad amén de un resultado, opera
como un inconsciente.
Jorge Santiago Perednik
Mi mente, educada en las teorías conspirativas de la guerra
fría, no puede dejar pasar el hecho que el cuaderno que usted abre
en este momento solo es una pantalla.
Detrás de estas páginas se agazapa otra cosa, que poco tiene que
ver con el inocente propósito de un artista joven de mostrar al
público algunos de sus pasatiempos.
Aquí el lector podrá ver dibujos, textos inconexos, anotaciones al
borde de la página, mezcladas con noticias periodísticas,
panfletos, consejos para sobrevivir y confesiones íntimas. Todo
eso, y más, sin un orden manifiesto y sin solución de continuidad,
es el contenido aparentemente inocuo de este manual.
Pero ¡cuidado! Eso podría ser solo la superficie de algo más
profundo. La esencia individualista del neoliberalismo ha calado
hondo en los jóvenes del tercer milenio y los impulsa a exponer a
la luz del sol todas sus pequeñas glorias y miserias. De esta
manera, arrastran consigo los valores que la civilización
occidental ha construido, no sin sangre, no sin dolor y lágrimas, a
través de las centurias.
Por eso, a los que se adentren en este libelo les recomiendo
prudencia y les advierto que a cada vuelta de página encontrarán
bidones de modernidad líquida y insolvente. De tal manera que el
solo hecho de quedar xpuestos a semejante obra, podría arrastrarlos
en una vorágine contemporánea de imprevisibles consecuencias.
A los que aún conserven cierta capacidad de maniobra intelectual,
les sugiero que no pasen de aquí, que cierren el libro, y prosigan
con sus rutinas infelices.
Eduardo Iglesias Brickles